Saturday, September 30, 2006

¡Hemos llegado a un consenso!




Tal parece que, dentro de nuestro curso de teoría social y cultural, estamos llegando a un consenso en torno al objeto de la antropología social. Los antropólogos son aquellos científicos sociales que estudian a personas concretas (Jacorzynski), tratan de comprenderlas desde sus respectivos horizontes (Gadamer), toman en cuenta que se hayan inmersas en situaciones históricas concretas y mundos particulares (Wallerstein, Tsing).

Tal aseveración, aunque tenga vocación de quedarse en una definición de diccionario, no lo es. No se trata de definir, per se, la tarea del antropólogo social, como si se tratara de encasillar sólo lo que le corresponde al zapatero, meterlo en una caja y cerrarlo. No se trata de etiquetar o inventariar el papel del antropólogo dentro de la sociedad actual. Más que eso, se trata de problematizar ese papel, abrirlo al diálogo con los otros saberes que se ocupan del ser humano y, mejor aún, hacer el intento por si quiera entender –comprender sería fabuloso-- al objeto de estudio: la persona de carne y hueso en su situación particular, en su mundo.

Evidentemente, se desprenden importantes implicaciones epistemológicas, metodológicas y éticas del consenso al que hemos llegado. Y entonces surgen algunas preguntas inquietantes: ¿cuál es la posición del antropólogo en tanto sujeto del conocimiento? ¿ha superado el antropólogo el papel de civilizador o, peor aún, de observador “imparcial”? ¿El objeto de estudio de la antropología las culturas exóticas, “incivilizada”, o son todas las culturas? ¿Cuál es el carácter del diálogo en la antropología? ¿Cuáles son los agentes de ese diálogo? ¿Qué significa “comprender” al Otro, a las personas concretas? Preguntas todas sin duda relevantes para la antropología en la sociedad en red.

Sunday, September 24, 2006

Juicio a la Internet





Indudablemente, la Antropología Social debe volver a la persona, al sujeto complejo, en palabras de Jacorzynski. Pero no hay que perder de vista que dicho sujeto se encuentra inserto en una trama social, de la cual, hasta cierto punto, es deudor. Si la persona no se hallara instalada en una sociedad corre el riesgo de no realizarse como tal, o, en términos darvinistas, no resultaría viable. Por tanto, desde un enfoque biológico hasta una perspectiva cultural, la persona está incompleta al margen de la sociedad. Eso no niega, en lo absoluto, el carácter autónomo de la persona; por el contrario, reafirma su autonomía en cuanto el sujeto “transita” de su dimensión personal a la social. A mi juicio, el problema de “¿cómo recuperar lo social?” es ilusorio, pues parte del siguiente presupuesto: el sujeto es, por un lado, personal y, por otro, social, como si ambas dimensiones aparecieran traslapadas. Más bien parto de una concepción estructural del ser humano: el sujeto, a una, es personal y social. Por eso, el aparente problema propuesto, para mí, desaparece.

No soy de las personas que considere a la Internet una dimensión casi sustancial del ser humano. De hecho, cuestiono el tema de la Internet desde la raíz: No será excluyente el “problema” de la Internet cuando la gran mayoría de la humanidad ni siquiera tiene acceso a ese servicio. Aún más, gran parte de las personas conectadas a Internet habitan en los Estados Unidos. No estoy de acuerdo en problematizar la Internet cuando hay cuestiones sociales más urgentes para el antropólogo o para el cuentista social en general. Por ello, digamos, hay una resistencia primaria a las preguntas lanzadas en el blog. Considero que la Internet es una herramienta que puede optimizar muchas cosas, como el envío y recepción de información. Pero absolutizar la Internet puede llevar a muchos a perderse en la maraña de información disponible en ella. De todas formas, me parece válida la pregunta de la antropología por cómo entender la acción de una persona, “en particular cuando participa de una acción colectiva.

El título de mi entrada puede resultar risible si el mismo enjuiciado es el medio que sirve en este momento para injuiciar. A la Internet, desde la Internet. El problema de si los que se comparten información en la Internet --como lo plantea Benkler-- sólo cobra sentido en esta dimensión que, como he mostrado mi posición, es excluyente, aunque "está abierta para todos". La Internet es una puerta al gran tesoro de la información, pero lastimosamente ese tesoro no llega a todos. Seguramente en ello hay relaciones de poder y relaciones económicas, como el mismo Benkler parece señalar, aunque no creo que Benkler sostendría en juicio que trato de entablar. En sí, el juicio no es para la Internet, esa red que, una vez alimentada parece que subsiste en el ciberespacio. El juicio es para quienes se las arreglan para evitar que la Internet abra "una nueva etapa de colaboración, libertad y justicia".

Friday, September 15, 2006

Etnografía en el siglo XXI: estatuto, relevancia y método

La etnografía es, sin duda, uno de los productos más importantes de la labor del antropólogo social. Mediante el trabajo etnográfico, los antropólogos exponen detalles relevantes de las culturas o sociedades a las que se aproximan. Ahora bien, desde sus inicios, el trabajo etnográfico, en cuanto producto de la labor de los antropólogos, ha estado bajo contínua revisión. La intención última parece ser esta: la etnografía debe estar "a la altura de las circunstancias". Tal labor de revisión se ha visto incrementada desde la segunda mitad del siglo pasado, luego de las profundas transformaciones culturales que se han cristalizado en un mundo que diversos autores, sobre todo filósofos, llaman posmoderno. Desde el punto de vista de la cultura, el horizonte posmoderno se manifiesta en "la existencia de las comunidades y personalidades múltiples", en palabras de Jacorzynski. ¿A qué se refiere dicha expresión?

Si en política, por ejemplo, se ha redefinido el concepto tradicional de Estado (aquella unidad política suficientemente delimitada por instituciones y fronteras bajo el mandato de un cuerpo de gobierno) y, en economía, la globalización ha borrado las fronteras del comercio y las transacciones de capital financiero, en la cultura se ha operado durante los últimos años un fenómeno similar: las fronteras se borran, las sociedades se abren y se permeabiliza el sustrato cultural de los pueblos, a tal punto que se da una coexistencia de elementos de diferentes culturas. De este modo, en pleno siglo XXI, es prácticamente imposible para los antropólogos encontrar un pueblo o una comunidad que preserve incólumemente su sustrato cultural. El influjo de elementos culturales "externos" problematiza la labor del antropólogo. ¿De qué modo?

La continua interacción entre las culturas replantea el trabajo etnográfico en tanto que éste debe responder a esta nueva dimensión. La etnografía, por así decirlo, debe abrirse no sólo a la descripción de dichas manifestaciones, sino a la interpretación de las mismas. Deberá responder, de algún modo, a las preguntas por el cambio cultural, la multiplicidad de voces en el concierto del diálogo intercultural, lo que pese a los cambios permanece como sustrato, entre otras. Así, pues, la etnografía en el siglo XXI debe estar "a la altura de los tiempos", redefiniendo su papel como medio de conocimiento e interpretación de las culturas en una época de constantes cambios. Más que un catálogo de peculiaridades de una cultura o sociedad determinada, la etnografía debe servir de germen para el diálogo intercultural: asumiendo lo propio (lo local) para dialogar con "los otros".

En el sentido expuesto, el trabajo etnográfico es una poderosa herramienta que posibilita no sólo un avance para las ciencias sociales --como llave de acceso al conocimiento y comprensión de las diferentes culturas y sociedades--, sino que es condición de posibilidad para el establecimiento de un diálogo intercultural, que se traduzca en la asunción de valores como el respeto y la tolerancia, en un mundo caracterizado por la hegemonía cultural de ciertos grupos dominantes en todos los ámbitos de la cultura. Así las cosas, la etnografía no sólo posee un valor epistemológico, sino ético, si es llevada hasta sus últimas consecuencias.

La anterior premisa anuncia el carácter dialógico que debe emprender el método de una etnografía que se precie de estar a la altura de los tiempos. El diálogo, pues, parece ser el primer elemento metodológico a considerar por el antropólogo social que se acerque a una determinada comunidad, sociedad o cultura. El antropólogo debe asumir que su voz es una voz más en el concierto de las culturas que, como ya hemos dicho, se encuentran en constante cambio y redefinición. El diálogo abierto y responsable, de algún modo, debiera conducir al respeto por "el otro", a su reconocimiento. En definitiva, la etnografía en pleno siglo XXI debe ser el producto final de un camino de diálogo entre las culturas.

Friday, September 08, 2006

Algo así como honestidad en la antropología

Buena parte de los antropólogos se hace la pregunta sobre el estado de la ciencia que cultiva y el papel mismo que como profesional desarrolla en la sociedad. Se trata, en definitiva, de dos preguntas, digamos, honestas. La primera: ¿cuál es el estado o el estatuto de la antropología como ciencia social? Dicho en otros términos, ¿cuál es la diferencia específica –si es que la hubiere-- entre el trabajo de los antropólogos y el de los demás científicos sociales. Aún más, la primera pregunta podría llevar a los antropólogos a cuestionarse la relevancia del saber que desarrollan: ¿puede decir algo útil la antropología? Con ello cobra sentido la pretensión de honestidad de nuestras dos interrogantes iniciales.

La segunda gran pregunta --¿cuál es el papel del antropólogo como profesional en la sociedad?— se da en el contexto de una sociedad cambiante, en el que cada vez se torna más difícil delimitar las fronteras entre algunas de las llamadas ciencias sociales, como la sociología. Si la antropología surgió como un saber que se preocupaba por aquella parte del mundo que estaba fuera de las márgenes del mundo occidental civilizado –y, por tanto, el criterio de división era el progreso--, ¿qué sentido tiene hoy ser antropólogo en un mundo dividido entre un mundo desarrollado y otro en vías de desarrollo, como puede ser una buena parte del continente africano? ¿Es el papel del antropólogo conocer únicamente las diferentes culturas, digamos, subdesarrolladas? O bien, ¿puede el antropólogo tomar como objeto de estudio cualquier cultura o sociedad?
De ninguna manera se pretende ofrecer aquí una respuesta definitiva a ambas interrogantes. Baste la afirmación de que la antropología gozara, al parecer, de buena salud mientras trate de guardar su especificidad; un tipo de especificidad que es un reto descubrir. Quizás, finalmente, sea muy pretencioso pedirles a los antropólogos que resuelvan los problemas más urgentes de las sociedades y culturas, pero podría ser suficiente una palabra pertinente, cualificada y orientativa, en medio del concierto de los postulados de las diferentes ciencias sociales.

Thursday, September 07, 2006

De San Salvador a San Cristobal de las Casas



Compañeros mexicanos, gracias por su hospitalidad.



El viaje en autobús de San Salvador, El Salvador, a San Cristóbal de las Casas es largo. Uno se sube a esa máquina y va viendo, desde el principio, la similitud de nuestros pueblos. Pasando la frontera con Guatemala, puede contemplarse la naturaleza exhuberante guatemalteca. Su gente, laboriosa y en apuros para conseguir el pan de cada día.


Los pueblos y ciudades aparecen en el horizonte: Escuintla, Retahuleu, Mazatenango, desvío a Quetzaltenango, todos nombres ancestrales. Luego de unas cuatro seis horas de viaje, se acerca la división fronteriza con Chiapas, división únicamente marcada por las leyes, pues las gentes comparten una herencia maya común. El paso de El Talismán, sitio en donde continúa el sueño de miles de inmigrantes en su ruta hacia el norte. Muchos pasarán, pero muchos otros caerán en las vías de los trenes de Chiapas, abandonados por los llamados "coyotes" o "polleros", o bien naufragando por el paradójicamente hostil océano pacífico. Llegando a Tapachula, la ruta a San Cristóbal ha llegado a la mitad. Otras aventuras deparan al aventurado observador...